Reino Unido coge altura
La economía británica crece más de lo previsto. El Gobierno de Cameron promete ajustes, pero luego modula su aplicación
La economía británica crece muy por encima de lo previsto (1,8% en 2013, en torno al 3% este año); la tasa de paro (6,9%) está ya por debajo del nivel que el Banco de Inglaterra se impuso a sí mismo para empezar a plantearse una subida de tipos de interés, una caída tan rápida que el banco ya decidió hace tiempo desdecirse para evitar especulaciones sobre los tipos; la inflación está controlada en todos los sentidos: lo bastante baja (1,6%), pero sin estar por los suelos; el mercado de la vivienda hierve de nuevo, demasiado incluso según algunos; la libra esterlina está en su punto más alto frente al dólar desde hace cinco meses.
Esos datos positivos han desatado de repente una oleada de optimismo que se refleja en todas las encuestas de coyuntura. El índice de manufacturas de la patronal británica CBI, por ejemplo, ha registrado en el último trimestre su crecimiento más rápido desde 1973 y ha situado las expectativas de crecimiento de los pedidos nacionales a su nivel más alto desde 1970.
¿Qué ha pasado para que un país en el que hace no tantos meses se hablaba aún del peligro de caer en una tercera recesión se haya convertido en el que mejores expectativas de crecimiento tiene de entre las grandes economías tradicionales, de acuerdo con las estimaciones del FMI? Según el canciller del Exchequer y ministro del Tesoro, George Osborne, es el premio a las políticas de austeridad predicadas sin tregua por él mismo desde que pronto hará cuatro años se formó la coalición de conservadores y liberales-demócratas que gobierna Reino Unido. El debate, sin embargo, es más vivo a nivel académico: muchos economistas creen que el verdadero éxito no ha sido el ajuste, sino predicar ajuste de cara a los mercados pero suavizar drásticamente su aplicación a partir de 2013. Es decir, amagar con recortes, pero no dar.
Algunos centros de estudios son incluso más optimistas: el Centro de Investigación Económica y de Negocios (CEBR, en sus siglas en inglés) acaba de pronosticar esta semana que la economía británica crecerá este año un 3,1%, pero rebaja al 2,2% su pronóstico para 2015, tres décimas por debajo de los augurios del Fondo.Hace un año, el economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Olivier Blanchard, soliviantó al canciller del Exchequer al advertir en público de que las medidas de austeridad estaban socavando el potencial de crecimiento de la economía británica. El Fondo pronosticó entonces que la economía crecería tan solo un 0,7% en 2013 y un 1,5% este año. Sin embargo, el PIB británico acabó creciendo un 1,8% el año pasado y el propio FMI estima que este año lo hará a un ritmo del 2,9%. Por encima del 2,8% que pronostica para Estados Unidos y bastante más del doble del 1,2% que el Fondo calcula que será el crecimiento de la zona euro.
La tasa de paro ha caído ya al 6,9%, por debajo de la barrera del 7% que se impuso el Banco de Inglaterra en agosto pasado como condición previa para plantearse una subida de tipos de interés, que siguen al 0,5%. En aquel entonces, cuando ya se percibía una mejora de la economía, el paro estaba en el 7,8% y el banco emisor estimaba que bajar del 7% exigiría crear 250.000 empleos netos que en realidad serían 750.000 teniendo en cuenta los cambios demográficos desde entonces hasta otoño de 2016. Sin embargo, el paro ha llegado a esa tasa en el lapso casi increíble de menos de nueve meses.
La cuestión es: ¿por qué está creciendo tanto Reino Unido? ¿Cuáles son los puntos fuertes y los puntos débiles de ese crecimiento? ¿Es ese crecimiento sostenible? ¿Qué papel han acabado jugando los recortes y las políticas de austeridad?
El economista de Schroders subraya que los salarios están empezando de forma lenta a reducir distancias con la inflación y eso ayuda a incrementar la confianza de las familias; también está mejorando el empleo y eso también ayuda a reducir la inquietud de las familias a perder el trabajo. “Y todo eso junto ha impulsado la recuperación de la construcción, que está en la base del éxito británico”, agrega.En opinión de Azad Zangana, experto en economía europea de la gestora de inversiones Schroders en Londres, el crecimiento “se ha visto fuertemente impulsado por el mercado de la vivienda, que se ha beneficiado de los estímulos puestos en marcha por el canciller del Exchequer en los presupuestos de 2012”. “Los datos que tenemos indican que el impacto directo de esa medida ha sido de hecho bastante pequeño, pero indirectamente ha dado gran confianza al mercado de la vivienda y desde luego ha hecho que los compradores de primera vivienda vuelvan al mercado y ha mejorado la confianza general. Además, hemos visto un aumento del número de hipotecas que han permitido valoraciones más altas. Y eso se debe en parte a las ayudas del Gobierno, pero también a la participación de los bancos, aunque la mejora de las condiciones del crédito está aún lejos de poder considerarse general”, explica Zangana.
Para Igor Urra, secretario general de la Cámara de Comercio Española en Reino Unido, el punto fuerte del crecimiento británico “es sin duda la recuperación industrial”. “Los datos de ventas de automóviles de las fábricas británicas son el mejor ejemplo. Una recuperación económica basada en la industria es lo mejor que le puede pasar a este país. Una de las lecciones de la crisis es que un sector industrial fuerte y competitivo amortigua mucho más las fases bajas de los ciclos”, asegura.
“El punto débil probablemente sea la burbuja inmobiliaria que se está creando en Londres ahora mismo y el efecto riqueza que está provocando en los londinenses”, opina Urra. “Parte de la recuperación de la economía británica se debe a la entrada de capital y talento extranjero buscando oportunidades y refugio, como es el caso de los países del sur de Europa. Y ese dinero, aunque probablemente no todo, se volverá a ir más pronto que tarde”, advierte el secretario general de la Cámara española.
Urra cree que la recuperación británica abre oportunidades a las empresas españolas. “En tecnología y construcción civil las oportunidades son evidentes, pero en otros sectores también. España tiene ahora mismo una combinación de mano de obra barata con una gran experiencia desarrollada en los últimos años y dentro de la zona euro que le hace estar en una posición ideal para aprovecharse de la recuperación económica británica”, sostiene.
James Meadway, de la NEF (siglas inglesas de Fundación Nueva Economía), advierte de que Reino Unido “ha vuelto ahora a la senda del crecimiento económico, pero el PIB no nos lo dice todo sobre el comportamiento de una economía”. “Como el propio canciller George Osborne ha admitido, la reciente recuperación en Reino Unido apenas se parece en nada a la que en un principio quería el Gobierno de coalición. La inversión está un 3,5% por debajo de como estaba hace un año y la mayoría de los ingresos han sufrido su caída más prolongada desde que empezaron los registros oficiales en 1964”, advierte.
Jonathan Portes, director del NIESR (siglas en inglés del Centro Nacional de Investigación Económica y Social), subraya la importancia de factores históricos en el crecimiento actual. “El punto fuerte de la recuperación ha sido el mercado de trabajo: el paro no ha subido ni de lejos lo que se temía y ha caído mucho más rápido de lo que se esperaba. Eso refleja las reformas relativamente exitosas de los últimos 30 años y la mayor participación de la gente mayor. Otros factores de solidez son el dinámico comportamiento de la industria, desde el automóvil a la educación superior o las industrias creativas”, añade Portes.“La parte más débil de la recuperación es su dependencia del recurso de los consumidores al crédito y de las familias reduciendo sus ahorros, como ya vimos antes del crash de 2008. Con los ingresos reales todavía bajos y las inversiones muy por debajo de los niveles anteriores al crash, la recuperación es todavía irregular”, asegura Meadway.
Para la patronal CBI (siglas en inglés de la Confederación de la Industria Británica) lo importante es que “la recuperación es un hecho y se ha beneficiado de la confianza de empresas y consumidores”, según un portavoz. “Pero para asegurarnos que está realmente enraizada, es necesario que el crecimiento tenga una base más amplia: tenemos que trabajar mucho si queremos potenciar la inversión y aumentar las exportaciones a las economías en crecimiento”, añade el portavoz de la patronal.Acerca de las debilidades del actual crecimiento, el director del NIESR apunta también a “factores relacionados con el largo plazo: un mercado de la vivienda disfuncional, una falta de inversión sistemática tanto pública como privada, la incapacidad de proporcionar a los jóvenes las aptitudes que necesitan en el mercado laboral de hoy”. “Más allá del largo plazo”, añade, “deberíamos seguir trabajando sobre cómo podemos financiar servicios públicos de calidad a una población envejecida”.
“Estamos empezando a ver signos de que eso ya está ocurriendo, como se refleja en nuestra última encuesta, con un aumento histórico del optimismo y con crecimientos en los pedidos de manufacturas, el consumo de energía y las contrataciones de personal y perspectivas firmes en las intenciones de inversión”, enfatiza la CBI.
Pero ¿es una recuperación sostenible? “Vemos muy pocos riesgos de volver a la recesión a corto plazo, pero nos preocupa la forma en que se ha generado esta recuperación: a través de un incremento de la deuda de las familias, con fuertes incrementos del precio de la vivienda, con un largo déficit por cuenta corriente de Reino Unido que se ha financiado con capital extranjero”, advierte Zangana. “A largo plazo, ese no es un modelo sostenible, pero lo que sí puede ocurrir es que el éxito actual dé paso luego a un modelo mejor. Ahora mismo está aumentando la confianza, esperamos que aumenten las inversiones, eso permitirá seguir creando más empleo y crear un círculo virtuoso de crecimiento”, pronostica el economista de Schroders.
Un debate políticamente estéril
El debate sobre si la recuperación económica es “gracias a” o “a pesar de” la austeridad es políticamente estéril. Lo que le importa a la gente es que la crisis empieza a parecer algo del pasado, aunque existen nubarrones como la crisis de Ucrania o la estabilidad financiera de China, por no mencionar la languidez de la zona euro.
El canciller del Exchequer, George Osborne, alterna mensajes de euforia y de cautela. Y es que, a pesar de los debates sobre la inmigración, Europa o la posibilidad de que los independentistas ganen el referéndum de Escocia, la economía se vislumbra como el elemento clave en las elecciones legislativas de 2015.
Los laboristas siguen por delante en los sondeos, pero su ventaja se está reduciendo y es ahora de menos de cuatro puntos sobre los conservadores. Suficiente para conseguir la mayoría absoluta, pero muy escasa para un partido que se enfrenta a un Gobierno de coalición que chirría a menudo, que ha llevado al país a una segunda recesión y que no deja de recetar jarabe de palo.
Los laboristas hace ya tiempo que no hablan de los recortes, bien sea porque saben que estos apenas existen o porque la economía hace ya un tiempo que crece. Su argumento ahora es que ese crecimiento no se nota en las capas más humildes de la población. Pero ese mensaje apenas ha calado y cada vez tiene menos posibilidades de calar porque, por primera vez en años, los salarios empiezan a crecer por encima de la inflación. Un sondeo de YouGov publicado esta semana confirma que los votantes confían mucho más en los conservadores a la hora de gestionar la economía y reducir el déficit y que hay ya casi empate en aspectos en los que lideran los laboristas, como crear empleo o mejorar las condiciones de vida.
Mucho más escéptico es James Meadway, de la Fundación Nueva Economía: “Lo que estamos viendo no es tanto una recuperación como una reversión. Estamos yendo al mismo modelo que antes de 2008 de crecimiento a partir de un consumo basado en endeudamiento que enmascara la caída de los ingresos reales de la gran mayoría”.
En todo caso, el repentino retorno del crecimiento ha abierto un debate sobre el impacto que han tenido las políticas de austeridad. ¿Han traído el crecimiento o han retrasado su llegada?
El canciller Osborne defiende lo primero, por supuesto. “La consolidación fiscal y la recuperación económica van de la mano y socavan el diagnóstico pesimista de que solo los estímulos fiscales nos pueden llevar a un crecimiento sostenible. Esa es, sin duda, la receta equivocada para nuestras economías”, proclamó hace unos días en Washington, en lo que fue considerada una crítica directa al FMI por sus advertencias de un año antes.
La patronal navega entre dos aguas. “Siempre hemos defendido una estrategia dual de abordar el problema del déficit y al mismo tiempo apoyar el crecimiento. Esa estrategia es esencial para mantener la confianza de los mercados internacionales”, opina el portavoz de la CBI.
“El jurado aún está deliberando”, ironiza Igor Urra para subrayar que es un debate en el que aún no hay un acuerdo. “Probablemente la lección aquí es que es muy difícil cambiar las grandes políticas y sobre todo en poco tiempo. Los grandes cambios tienen su impacto real en el largo plazo”, reflexiona.
Los economistas, en todo caso, tienden a discrepar de George Osborne. Algunos, como James Meadway, de forma tajante y radical. “Aunque para las familias puede tener sentido reducir sus gastos, para la economía en general fue un desastre: cayeron las ventas y eso trajo la recesión. Los planes de austeridad, los intentos del Gobierno de ahorrar, no hicieron más que reforzar ese efecto”, afirma. “No hay duda de que la austeridad ha retrasado varios años la recuperación y sigue actuando como un freno a la economía”, sostiene el economista de la NEF.
Más moderados, Jonathan Portes y Azad Zangana creen que en realidad la austeridad es más retórica que real desde hace ya bastante tiempo y que eso está ligado a la recuperación. “En realidad, el Gobierno no ha cumplido del todo con sus promesas de austeridad”, sugiere el economista de Schroders. “Desde luego el mensaje en público es de dureza, pero cuando se miran de cerca los datos, estos reflejan que el déficit ha caído más despacio de lo esperado. Eso significa que las medidas de austeridad se tendrán que prolongar probablemente hasta el final de la próxima legislatura. En ese sentido no creemos realmente que el Gobierno haya sido tan duro como dice, pero al mismo tiempo el ritmo del ajuste ha sido sensato y ha permitido abrir el paso a la recuperación”.
El director del NIESR se remite a cierto tiempo atrás. “Cuando el Gobierno anunció su plan de consolidación fiscal en junio de 2010 predijo que, a estas alturas, la economía sería en torno a un 8% mayor, llevada por un drástico aumento de la inversión privada y una mejora de la balanza por cuenta corriente. Como resultado de esa recuperación sólida, sostenida y equilibrada, el déficit se reduciría en dos tercios. En realidad, el PIB solo ha crecido la mitad de ese ratio; como consecuencia de ello, el déficit sigue siendo dos veces más grande de lo previsto”, detalla.
“Mientras tanto, la inversión privada ha caído y el déficit por cuenta corriente ha empeorado. Esos datos tan malos, especialmente en el periodo 2010-2012, son consecuencia tanto de mala suerte como de malas políticas, tanto aquí como en la zona euro”, añade. “El gasto se recortó con demasiada rapidez; en especial los enormes recortes en inversiones en el sector público han sido universalmente reconocidos como un error. Además, mientras esa política se supone que tenía que aumentar la confianza y alentar al sector privado a llenar esos huecos, el mundo de los negocios era comprensiblemente reticente a invertir en un clima de incertidumbre sobre la demanda”, detalla Portes.
“Afortunadamente, a diferencia de España —que estaba bajo la presión de la Comisión Europea y de los mercados— pusimos el freno”, ironiza. “La reducción del déficit se estancó en 2012. El Gobierno se enfrentaba a un dilema: si estás en un agujero, ¿tienes que seguir cavando como se había previsto en el plan fiscal original? Hay que reconocerle el mérito de que la respuesta fue no; el calendario de reducción del déficit se alargó y de hecho sigue estando por encima del 6% del PIB a pesar de la recuperación”, explica Jonathan Portes. “Las malas políticas retrasaron, pero no mataron la capacidad de la economía de crecer”, concluye.
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