Alemania y los demás
La política de austeridad europea refleja amplias diferencias de crecimiento y bienestar
La recuperación económica europea es frágil, discontinua y fragmentaria. Mientras Alemania mantiene tasas de crecimiento moderadas pero sostenidas, Francia, España e Italia parecen abocadas a una situación de crecimiento casi estéril. El PIB aumenta poco, y la creación de empleo es mínima o inexistente: este es el paisaje que describen las previsiones de la Comisión Europea.
Definitivamente, el área monetaria europea se ha fragmentado en dos grandes bloques. Por un lado, Alemania; por otro, casi todos los demás. La fractura —que en realidad es norte-sur— se da en una atmósfera de inflación demasiado baja, que perjudica notablemente a los países y particulares más endeudados, aunque el riesgo de deflación es bajo.
Si este es el cuadro europeo que puede interpretarse de las previsiones, el panorama para España tampoco resulta ser muy alentador. Y no por las décimas arriba o abajo de los pronósticos económicos ni por la confirmación de que el paro se reducirá tan lentamente que, a efectos sociales, dicha reducción no se notará mucho en los próximos dos años. Es que, además, en algunos aspectos la Comisión refleja logros mediocres en la política de estabilidad financiera. No se entiende que el Gobierno augure un déficit público del 4,2% del PIB en 2015 mientras que la Comisión calcula el 6,2%. Si se impusiera a tesis de la Comisión, esos dos puntos de diferencia equivaldrían a un ajuste presupuestario superior a los 20.000 millones.La causa principal de esta recuperación frágil y con muy poco empleo se encuentra en una política de austeridad impuesta en contra de las políticas económicas que activan el gasto, la inversión y la flexibilidad monetaria en periodos recesivos o de bajo crecimiento, como el actual. El balance de la austeridad impuesta tiene datos para la reflexión: ha abierto una brecha amplia de bienestar entre los países centrales y los periféricos, como demuestra el hecho de que Alemania acumula un aumento del PIB superior en 13,8 puntos a la economía española entre 2009 y 2015, y aventaja en 11,8 puntos a Francia en ese mismo periodo. Tampoco ha conseguido normalizar las condiciones de estabilidad en la eurozona (deuda, déficit público); ha favorecido un entorno de baja inflación y sigue sin resolver el problema crónico de la sobrevaluación del euro.
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