lundi 7 octobre 2013

Asamblea

El FMI pide un plan coordinado para la retirada de los estímulos monetarios

La crisis en EEUU y el freno de los emergentes marcan la asamblea de Fondo

Los efectos de la retirada de un programa de estímulos monetarios por parte de los mayores bancos centrales, que no tiene precedente histórico, continúa ocupando al Fondo Monetario Internacional (FMI). Este lunes, el día previo a que arranque su asamblea de otoño, el organismo que dirige Christine Lagarde ha planteado la necesidad de una acción coordinada por parte de estas instituciones y una mejor política de comunicación para evitar sobresaltos en el mercado.
Sigue preocupando el día de después, pero el Fondo tiene claro que el problema urgente sigue siendo el hoy: la reactivación global está aún llena de lagunas, que las potencias emergentes pierden fuelle y que la crisis política en EE UU está a punto de poner la economía mundial en el alero. Esa es la preocupación que marca esta cita de octubre cuando los bancos centrales han puesto toda la artillería en la mesa.
En un informe sobre el impacto global y los retos de estas políticas, el FMI apunta que la “colaboración internacional” en estas políticas puede ayudar a los países a reaccionar a los cambios de otro, por ejemplo, cuando los países sin estrategias tan expansivos reciben volúmenes de capital excesivos de otros en los que el precio del dinero ha bajado.
El FMI se postula además como un agente idóneo para pilotar el proceso -“puede engrasar las ruedas de esas cooperación económica”, dice-, gracias a sus análisis independientes y al seguimiento que hace de cada país. Además, el Fondo puede ayudar con sus líneas de crédito para prevenir o aliviar esos riegos. Y aun así, la retirada es un campo de mina. “La salida de los política no convencionales llevarán a algunos ajustes de los mercados, pero podría haber una volatilidad adicional por reacciones de los mercados más allá del control de los bancos centrales”, señala Karl Habermeier, desde el departamento de mercados monetarios y de capitales. “Esta volatilidad tener efectos colaterales significativos para el resto del mundo, con riesgos para la estabilidad macroeconómica y financiera”, añade.
El Fondo también propone acompañar el proceso con ”compras tácticas” de activos para evitar golpes bruscos en determinados momentos y algunas reservas de liquidez, si bien el pilar de que el repliegue funcione sin colapsos es que el proceso se base en una guía conocida y previsible. Es una idea similar a la expuesta en junio por propio el órgano coordinador de estas instituciones, el Banco de Pagos Internacionales (BIS, en sus siglas en inglés).
Los grandes bancos centrales han engordado su balance a lo largo de esta crisis a un ritmo que no tiene precedentes, la Reserva Federal lo ha triplicado, el Banco de Inglaterra también y el Banco Central Europeo (BCE), el más conservador —o más atrevido— de los grandes, lo ha duplicado. También el Banco de Japón tiene un plan para inyectar masa monetaria en dos años por valor de un tercio de su economía.
En global, han duplicado sus activos desde 2007, hasta rozar los 20 billones de dólares, un volumen que inquieta al mismo BIS, que en junio aprovechó la presentación de su memoria anual para alertar de que estos organismos ya habían asumido muchos riesgos y los países y los inversores deberían ir preparándose para afrontar la salida de las masas monetarias. El BIS recomendó a los bancos centrales que consideran más importancia los efectos secundarios de sus medidas, más allá de sus fronteras, y que mejoraran la “comunicación” de sus políticas para no provocar vuelcos en los mercados.
Da miedo persistir en los estímulos y también lo da levantar no hacerlo. La Fed sorprendió a los analistas el pasado septiembre al anunciar que mantendría intacto su ritmo de compra de deuda -85.000 millones de dólares- mensuales, al considerar que el crecimiento económico era aún demasiado débil. No obstante, el freno de la Fed puede comenzar a finales de este año. El primer aviso, el pasado mayo, sacudió los mercados.
Los primeros signos de freno a esta política monetaria expansiva están moderando el flujo de capitales que llegaba a los países emergentes y estas nuevas potencias, a las que el FMI les reconoce el logro de haber mantenido la economía global a flote desde 2008, empiezan a moderar su crecimiento.
El FMI ve a la primera economía del mundo jugando con cerillas cuando con la reactivación global aún está llena de baches. La Administración estadounidense lleva una semana de cierre por falta de presupuesto y si antes del día 17 no se llega a un pacto político entre republicanos y demócratas para elevar el límite de endeudamiento, el país podría acabar en una suspensión pagos. Para Lagarde, el bloqueo actual de la vida pública ya es de por sí un escenario “suficientemente malo” y puede provocar “un daño muy serio a la economía de todo el planeta”.

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