Preferentes: amor, engaño y codicia
JOSÉ LUIS ESTÉVEZ Santiago de Compostela 4 AGO 2012 - 20:24 CET
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La historia de los 43.000 clientes que todavía están descubriendo que los ahorros que en su día depositaron en las antiguas Caixanova y Caixa Galicia se encuentran en un limbo llamado participaciones preferentes tiene muchos ingredientes de guión cinematográfico. En el argumento hay amor (la confianza de los clientes en las cajas y en sus empleados), incertidumbre (no saben que va a pasar con sus ahorros), engaño (el de las entidades a sus clientes) y, como suele suceder en el cine y en la vida, un poco de dinero que lo ensucia todo.
En este caso el detonante fue la necesidad de financiación de las cajas que les llevó a vender un producto de alto riesgo a todo el que se les ponía por delante, sin reparar en edad, estudios, ni perfiles inversores. La mayoría de los compradores de preferentes no sabían el terreno en el que se metían. Pero tampoco todos eran iguales, algunos buscaban la rentabilidad de un producto que daba hasta un 7% de interés.
El resultado final es el conocido. Miles de personas que confiaron en los empleados de las cajas, convertidos en asesores financieros improvisados, les entregaron sus ahorros para ser colocados en lo que ellos creían que era una especie de depósito y que resultaron ser las controvertidas preferentes. El caso de Galicia no es muy distinto al registrado en otras comunidades autónomas, pero aquí hay un factor diferencial que lo ha hecho más explosivo. La propia capilaridad de las cajas, les llevó a ser más efectivas que otras a la hora de colocar estos productos.
Ese elemento de proximidad también hace más complicado resolver el problema. Novagalicia Banco se presenta ahora como una nueva entidad “con los clientes de toda la vida” pero si quiere tener alguna oportunidad de supervivencia en la reestructuración que se avecina tendrá que apostar por conservar la única fuerza que aún le queda: una gran cartera de clientes pese a los cadena de desastres que le han sucedido en los últimos meses: preferentes, indemnizaciones millonarias de sus directivos, incertidumbre sobre el futuro de la entidad. Aunque parezca increíble miles de gallegos siguen teniendo sus cuentas en el banco surgido de la ruina de las antiguas cajas. Pero la paciencia no es infinita.
Los actuales directivos del banco lo saben y se han marcado como prioridad resolver el problema de las preferentes. Han conseguido que Bruselas dé vía libre a la fórmula del arbitraje después de meses de espera pero esto no resuelve el problema ya que los clientes que han solicitado acogerse a esta vía rondan de momento los 3.000. La entidad ha aclarado que dará la razón a los ahorradores siempre después de que la consultora privada Pricewaterhouse Cooper analice cada caso y compruebe que las preferentes se comercializaron de forma inadecuada. Esto permitirá solucionar algunos casos pero las plataformas de afectados desconfían del arbitraje porque es una vía que cierra el camino judicial. Novagalicia tiene aversión a esta posibilidad y no ha querido negociar con varios grupos de clientes en los juzgados.
La presión en la calle y sobre las propias oficinas de Novagalicia puede convertirse en insoportable a partir de septiembre si no llega otra solución. Una vez que se resuelva el problema de capitalización de la entidad, es muy probable que esta ofrezca la posibilidad de contratar un depósito a plazo con el dinero que los clientes invirtieron preferentes. No es perfecto pero serviría a miles de ahorradores para tener la tranquilidad de que su dinero vuelve a estar ahí y con la posibilidad de recuperarlo en un período determinado de tiempo. Este camino ya ha sido elegido por otras entidades.
Mientras tanto seguirá su curso la demanda presentada por la fiscalía y las decenas de denuncias presentadas en los juzgados por clientes particulares. Como es habitual los responsables políticos se han puesto a mirar para otro lado y aquí nadie parece tener responsabilidad en el irregular procedimiento de comercialización de estos productos, algo reconocido por la propia Novagalicia. La CNMV, el Gobierno central y la Xunta se han lavado las manos a pesar de que las cajas eran unas entidades semipúblicas sobre las que podía haberse ejercido un mayor control. La última broma de esta fea historia la protagonizó a finales de julio el exdirector general de Caixanova, Julio Fernández Gayoso, quien no tuvo empacho en decir en el Congreso que él no mandaba nada en la caja. Sin embargo a él y al exdirector general de Caixa Galicia, José Luis Méndez, habría que pedirles como mínimo una explicación de porque permitieron y alentaron la venta de estos productos a los clientes particulares.
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