El crecimiento de la economía china se ralentiza al 7,5% en el segundo trimestre
La prioridad para Pekín es lograr avances económicos de mayor calidad y más sostenibles
La economía china se enfrenta a una clara presión a la baja, en medio de los esfuerzos del Gobierno para reformar un modelo de desarrollo que, según los expertos, está agotado. El producto interior bruto (PIB) ha aumentado un 7,5% en el segundo trimestre, lo que supone una nueva ralentización después del alza del 7,7% en el primer trimestre y el 7,9% en el último de 2012. La actividad china continúa afectada por la debilidad de la demanda exterior, debido a la crisis global.
El continuo descenso de la tasa de crecimiento ha planteado dudas sobre la capacidad de Pekín de alcanzar el objetivo oficial para todo el año, fijado en el 7,5%. La última vez que el aumento del PIB se situó por debajo de este valor ocurrió hace 23 años, en 1990, cuando fue del 3,9%.
Sheng Laiyuan, portavoz de la Oficina Nacional de Estadísticas, ha culpado de la última desaceleración a “la productividad potencial en declive”, “el entorno internacional, que continúa siendo complicado y grave” y las medidas tomadas por la nueva generación de líderes, que “otorgan especial importancia a la reestructuración de la economía”, según ha dicho este lunes en la presentación de los datos. Otras razones de la limitación del crecimiento son la lenta subida de los salarios —lo que frena el consumo— y la campaña del Gobierno para frenar al derroche en el gasto público.
Con las cifras del último trimestre, el crecimiento chino se ha desacelerado en nueve de los 10 últimos trimestres. Los analistas han recortado en las últimas semanas sus previsiones para el conjunto del año, debido a la debilidad de una serie de indicadores y comentarios oficiales sobre la ralentización de la actividad. Los datos de las aduanas chinas publicados la semana pasada mostraron una bajada de las exportaciones del 3,1% en junio y un descenso del 0,7% de las importaciones. El organismo aseguró que las perspectivas para julio son “sombrías”.
La segunda economía del mundo gira a ritmos impensables en Occidente, pero la prioridad para Pekín ahora es bascular hacia un modelo en el que no ya no vale el crecimiento a toda costa, sino uno que sea de mayor calidad y más sostenible. El presidente, Xi Jinping, y el primer ministro, Li Keqiang —máximo responsable de la política económica—, están intentando modificar el sistema para hacerlo menos dependiente de las exportaciones y la inversión, y que el consumo sea el principal motor de la actividad; una transición que puede pasar factura a corto plazo, pero que, según los expertos, es imprescindible para garantizar el crecimiento futuro.El organismo estadístico ha publicado también hoy otra serie de datos. La inflación subió en junio más de lo esperado, pero se encuentra en el 2,7%, por debajo del tope del 3,5% establecido para el conjunto del año. Las ventas minoristas aumentaron un 13,3% interanual y la producción industrial, un 8,9%.
Las autoridades chinas, preocupadas por el exceso de inversión y los créditos informales –aquellos concedidos por la llamada banca en la sombra, a la cual recurren muchas compañías necesitadas de financiación-, han indicado que están dispuestas a tolerar tasas de actividad económica menores mientras llevan a cabo reformas estructurales. Han optado, en consecuencia, por un modelo más lento, que requiera menos participación estatal y evite los peligros del endeudamiento de las administraciones locales y la burbuja inmobiliaria que provocó el plan de estímulo lanzado en 2008 por valor de cuatro billones de yuanes (499.800 millones de euros al cambio actual) para hacer frente a la crisis global. El principal temor de los dirigentes chinos es que la desaceleración genere un fuerte aumento del desempleo, que podría provocar disturbios sociales.
El producto interior bruto chino subió un 7,8% en 2012, el valor más lento en 13 años, y muchos economistas creen que sin reformas ambiciosas el ritmo no será mucho mayor del 5% para finales de esta década.
A qué velocidad gira la economía parece ser objeto de intenso debate, según ha dejado traslucir un incidente en los últimos días. El ministro de Finanzas, Lou Jiwei, afirmó el viernes pasado en Washington que esperaba un alza del 7% para este año —medio punto por debajo de la previsión oficial—. La declaración, publicada por la agencia oficial china Xinhua, fue modificada el día siguiente por la propia Xinhua, que aseguró que Lou había dicho que “no hay duda de que China puede lograr el objetivo de crecimiento para este año del 7,5%”; algo que ha repetido hoy el departamento estadístico. La corrección pareció un intento de calmar a los mercados, que ya se vieron sacudidos el mes pasado por el miedo a la existencia de una crisis de liquidez en el sistema financiero chino.
Zhou Xiaochuan, el gobernador del banco central, ha reconocido este lunes que la economía del país asiático se enfrenta a una presión a la baja relativamente fuerte y ha dicho que el Gobierno tendrá que incrementar los incentivos para ayudar a las pequeñas empresas con objeto de estabilizar el crecimiento. Zhou ha reiterado que Pekín mantendrá una política monetaria prudente y favorecerá un suministro de crédito razonable para proporcionar un buen ambiente financiero a las pequeñas empresas. El gobernador también ha afirmado que China impulsará de forma continuada la reforma de los tipos de interés para ligarlos al mercado.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajó la semana pasada las previsiones de crecimiento de la economía china en 2013 al 7,8% respecto al 8,1% en su estimación de abril.
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