“Habrá que ver si los bancos españoles necesitan más capital”
El holandés, que lidera el órgano que reúne a los ministros de Economía del euro, no descarta una extensión del programa bancario de España pero dice que el Gobierno “no lo ha pedido” y que el rescate podría cerrarse en enero
CLAUDI PÉREZ Bruselas 11 JUL 2013 - 00:00 CET166
Es España. Se trata de España. Siempre fue España: Grecia, Portugal e Irlanda son países pequeños; a escala continental, Chipre es minúsculo. Los verdaderos problemas del euro, incluida una gestión de la crisis lamentable en muchos momentos, pasan por España. El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem (Eindhoven, 1966), se permite un punto de sinceridad cuando se refiere a Atenas, Dublín, Lisboa o Nicosia, y es capaz de convertirse en un Atila benevolente (la severidad de un holandés combinada con una pátina socialdemócrata) con los grandes temas: la crisis del euro, la unión bancaria, la recuperación continental, esas cosas. Pero mide hasta la última sílaba su análisis sobre España en una entrevista con EL PAÍS y otros cuatro diarios europeos, en la que no descarta nada. Frente al diagnóstico optimista de Madrid, Dijsselbloem sombrea un perfil económico cargado de matices. “El programa de ayuda a la banca está yendo bien, pese a que la recesión y la morosidad pueden provocar más pérdidas. Habrá que ver si los bancos españoles necesitan más capital”.
“Habrá que esperar y ver”, enfatiza. Esa es la clave de los próximos tiempos: qué hacer si la banca necesita más dinero público.
Pero la incertidumbre no solo se cierne sobre España. “Honestamente, no sabemos cómo está la banca europea”, dice con franqueza Dijsselbloem, bautizado Jeroen René Victor Anton, nada menos. “No sabemos cuáles son las necesidades de capital de las entidades; ni los banqueros centrales ni los ministros nos dan una imagen muy clara de la situación”, prosigue. Y remacha: "Lo único que sí sabemos es que las pruebas de esfuerzo pasadas no funcionaron, y que el BCE es muy consciente de que si no hace bien el examen perderá credibilidad".El Gobierno español habla de solo 2.000 millones de necesidades de capital; el mercado las eleva hasta 30.000, de los que harían falta unos 10.000 de dinero público, según Barclays. Esa cifra es asumible para el fondo de reestructuración español y el Tesoro. Aun así, varias instituciones europeas apuestan por prorrogar el rescate para que sirva como red de seguridad, a la vista de que España es uno de los eslabones más débiles de la crisis europea, y de que el tempo es complicado: la ayuda expira en enero, habrá dos exámenes a la banca europea en la primera mitad de 2014 y la recapitalización directa solo estará lista a final de año. Se trata de una cuestión, pura y llanamente, de coste político: pedir esa extensión (no digamos dinero europeo contante y sonante) supondría un desgaste enorme; además, Berlín y compañía han hecho todo lo posible por que las capitales solo se planteen acudir a mecanismos europeos como última opción, si no hay más remedio.
Quienes le conocen describen a Dijsselbloem con una contradicción: como un calvinista bon vivant. Las paradojas con respecto al presidente del Eurogrupo no han dejado de aumentar desde su acceso al cargo, en enero y por expreso deseo de Alemania, que ahora parece haberle retirado su apoyo. Empezó siendo brutalmente sincero (dijo que el rescate a Chipre, en el que los acreedores y clientes de los bancos pagaron parte de la factura, iba a servir como modelo, lo que le granjeó un alud de críticas pese a que dio en el clavo), pero tras algún golpe se ha vuelto más precavido. A lo largo de la charla, por ejemplo, deja entrever que los socios harán lo necesario para que el final del rescate en Irlanda y Portugal sea un éxito, pero no aclara la solución final: “Es prematuro decir si Lisboa, por ejemplo, puede dejar el programa. Una línea de crédito precautorio por parte del mecanismo de rescate es una opción, pero aún es pronto. Algún tipo de programa preventivo es posible en caso necesario”.En otras palabras: no sabemos cómo están los bancos, pero cabe esperar que el BCE sea duro. Eso dejaría nuevas necesidades de capital en España, pero sobre todo en Alemania, Francia, Holanda e Italia, según fuentes comunitarias. Por ese motivo, incluso en el caso de que España salga mejor parada que otros, varias instituciones europeas apuestan por que el Gobierno prorrogue el rescate, que expira en enero. El presidente del Eurogrupo torea esa cuestión con la elegancia —y la ambigüedad— que ofrecen los verbos conjugados en condicional: “El Gobierno español no está pidiendo la extensión. Y el programa va por buen camino. Si no hay demanda por parte de Madrid, el rescate podría cerrarse”.
Dijsselbloem va y vuelve sobre los países rescatados, sobre la salida de la crisis (“la recuperación está tardando más de lo que esperábamos, pero Europa tiene potencial; saldrá de esta”), y acerca del sistema financiero. Se sospecha que la unión bancaria arrastra los pies: incumple los calendarios y no vuela lo necesario para romper ese cordón umbilical que vincula los balances de los bancos con la deuda pública. La última demostración de esa falta de ambición es el mecanismo de recapitalización directa acordado y el mecanismo de resolución de bancos propuesto por Bruselas: Dijsselbloem cuestiona que sea la Comisión quien deba apretar al último botón para liquidar bancos, y concede que la recapitalización directa con efectos retroactivos “no tiene apoyos políticos”.Tampoco cierra puertas con Grecia. Preguntado sobre si está sobre la mesa una reestructuración de deuda, contesta que solo cabe esperar: “En primavera veremos cómo está Grecia, si las cifras van en la línea de lo previsto o peor, si son necesarias más medidas. No quiero especular: puedo entender que en Grecia sea atractiva una quita, pero a la vez ese no parece el mejor camino para recuperar la independencia financiera: no hay salida fácil”.
Dijsselbloem reniega de la división Norte-Sur de la crisis. Asegura que hacen falta las mismas cosas en Holanda que en España, salvando las distancias; que Alemania “también debe hacer los deberes”. Para el líder del Eurogrupo, las reformas están en camino, la economía y la banca irán mejorando poco a poco; la niebla irá disipándose. Los potenciales problemas son otros: “El mayor riesgo de Europa es la inestabilidad política. Cada vez que hay inestabilidad política se paralizan las reformas: lo hemos visto en Grecia, en Portugal, en Italia”. ¿El caso Bárcenas puede afectar a la estabilidad europea? "No sé mucho al respecto. Lo que leo en los diarios. Punto y aparte”.“El camino está claro. Hasta ahora, cuando había un agujero en la banca, el debate era ¿quién paga la cuenta, el contribuyente nacional o el europeo? Eso ha cambiado: lo problemas son, en primer lugar, responsabilidad del propio banco; la segunda línea es la intervención de los Estados, pero para eso tienen que pagar antes accionistas, acreedores y depositantes con más de 100.000 euros. Por último, si los Estados no tienen dinero, está el mecanismo de rescate europeo”. Apenas hay, de momento, 60.000 millones para eso. “La cifra pactada es un mensaje político: hay fondos europeos para los problemas, pero solo como último recurso”.
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