El nuevo Gobierno portugués promete estabilidad hasta el fin de la legislatura
El flamante vice primer ministro Portas tendrá competencias en la crucial área económica
Tras una tormentosa y explosiva semana (la más desquiciada desde el punto de vista político desde 2011), el Gobierno portugués acude hoy alEurogrupo con la crisis aparentemente superada y con una promesa de estabilidad, condición indispensable para que los mercados no le den la espalda. El primer ministro, el conservador Pedro Passos Coelho, líder del PSP (centroderecha), compareció el sábado a la hora del telediario para asegurar al país (y a Europa y a los inversores) que el nuevo Gobierno de coalición portugués, salido de esta convulsión, será sólido y durará hasta el fin de la legislatura, en 2015. A su derecha se encontraba el ministro que lo causó todo, Paulo Portas, que escuchaba la alocución en silencio, con cara de póquer y los brazos cruzados.
El martes, Portas, ministro de Asuntos Exteriores y líder del partido socio de esta coalición, el democristiano CDS, presentaba su dimisión “irrevocable”, abriendo una imprevista y desestabilizante crisis que cuarteaba la coalición gubernamental, ponía en riesgo la estabilidad política e inyectaba, de paso, una dosis de pánico en los mercados capaz de hundir la Bolsa en un solo día y de disparar los intereses de los bonos portugueses. La razón de la renuncia hay que buscarla en sus desavenencias con Passos Coelho, que venían arrastrándose desde hacía meses. Pero el detonante concreto fue el nombramiento como ministra de Finanzas de Maria Luisa Albuquerque. Portas no estaba de acuerdo por considerarla continuista con las recetas económicas que ha ejecutado Portugal hasta ahora, basadas en la austeridad a todo coste, en el ahorro de las cuentas públicas, en el adelgazamiento del Estado y en la aceptación sin rechistar de las condiciones impuestas por la troika. El ministro de Asuntos Exteriores pegó un portazo imprevisto que retumbó en todo Portugal y sorprendió a todo el país, incluidos sus propios compañeros de partido o el mismísimo presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva. Por su parte, el primer ministro, en una decisión sorprendente e inaudita, se negó a aceptar la renuncia. Comenzaba una semana frenética y extraña en la que Portugal vivió entre el surrealismo y el vacío.
Han hecho falta cinco reuniones personales entre Passos Coelho y Portas (y alguna más entre la plana mayor de sus respectivos partidos), dentro de un maremoto de rumores, filtraciones y contrafiltraciones, para recomponer la situación. Al final, tras una labor soterrada pero determinante de Cavaco Silva, que exigió una coalición fuerte y duradera para avalarla como presidente de la República, el sábado Portas comparecía junto a Passos Coelho para ratificar, con su presencia, que seguía en el Gobierno. Porque ya no dimitía. Su renuncia “irrevocable” no lo fue tanto. Eso sí, Portas deja de ser ministro de Exteriores y pasa a convertirse en vice primer ministro, con más poder y responsabilidad en la crucial área económica y en las no menos cruciales relaciones con la troika. La ministra de Finanzas cuestionada por él sigue en su puesto. De hecho, hoy se estrenará en su primera reunión en el Eurogrupo, donde tratará de convencer a sus socios de la prometida estabilidad del nuevo Gobierno portugués.
La oposición no lo tiene claro. Desconfía de un Ejecutivo que, a su juicio, ha salido debilitado, desacreditado y fragilizado de esta crisis, que juzgan irreparable y que consideran reproducible. Reclama elecciones anticipadas para clarificar la situación. Y acusa a Portas no solo de irresponsabilidad por desencadenar una crisis que ha empobrecido más al país por sus repercusiones nefastas en la Bolsa y en los mercados, sino de algo imperdonable en un político: faltar a la palabra dada.
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