La visión está sostenida en la generación de soluciones inteligentes.
Hollande y Merkel aceleran las negociaciones europeas
El presidente electo francés confía en que la crisis griega y la presión del SPD convenzan a la canciller para reorientar la política europea
Las previsiones de Bruselas limitan el margen de maniobra del nuevo presidente francés
El pulso está en marcha. Se acabó Merkozy y François Hollande no será
un sustituto sumiso. Quiere el pacto de crecimiento prometido, porque
le va en ello su credibilidad, y sobre todo el futuro de un mandato que
todavía no ha nacido. La negociación ha empezado ya.
Un día tras otro, Angela Merkel va subrayando las líneas rojas que
Hollande no debe atreverse a cruzar. La canciller intenta aparentar que
controla la situación, e insiste en que la salida de la crisis será un
“proceso largo” que no se resolverá con “más crédito” sino corrigiendo
“los problemas estructurales”, sobre todo “un endeudamiento
catastrófico” y la “falta de competitividad”. Es decir, las recetas
ortodoxas de siempre. Pero la casa arde y las vigas se derrumban. Grecia sigue asomada al precipicio. La nueva y estricta Italia de Mario Monti
se pudre en un malestar social creciente y el primer ministro ruega a
Europa que empiece a hacer “inversiones” para estimular el crecimiento.
España recorta su sistema social entre los estertores del sistema
bancario y aunque disimule espera un bálsamo de urgencia. En este
contexto de caos, miedo y previsiones de crecimiento debilísimo de la
Comisión, ¿qué margen de maniobra tendrá Hollande para convencer a
Merkel de que es preciso aprobar medidas urgentes de estímulo?
El entorno del presidente explica que este defenderá el prometido pacto de crecimiento ante Merkel con firmeza y “la cabeza alta” porque, subrayan, “cada vez es más evidente que es preciso reorientar la política europea y que hay que hacerlo deprisa”. De momento, Hollande y Merkel han acelerado sus planes, y el socialista visitará Berlín el mismo día de su investidura, el 15 de mayo, y no el 16 como estaba previsto. El presidente electo ha retrasado un día la formación de su Gobierno, y solo unos minutos después de conocer la clave secreta del botón nuclear viajará a Alemania, se reunirá con la canciller y ambos darán una conferencia de prensa, el martes a las 17.45.
Un portavoz de Merkel afirmó el viernes que se tratará solo de “una toma de contacto” y que no se tomarán decisiones importantes. Pero la canciller está cada vez más aislada y necesita como agua de mayo un acuerdo. Animados por el triunfo de la izquierda en Francia, y preocupados por el resultado en Grecia, los socialdemócratas alemanes han empezado a criticar la austeridad ciega y a apretar las tuercas al Gobierno conservador, y Merkel sabe que una pinza bilateral entre el SPD y el PS puede dejarle sin los votos necesarios para ratificar en el Parlamento el tratado presupuestario.
Algunas voces creen que Berlín y París están condenados a entenderse y que no tardarán un minuto en hacerlo. Por ejemplo Daniel Cohn-Bendit, el viejo Dany el Rojo, eurodiputado verde, federalista franco-alemán y aspirante a un ministerio en el Gobierno de Hollande, ha advertido que “si Merkel no se pone de acuerdo con Francia, no tendrá la ratificación de su pacto fiscal en casa”.
El líder ecologista cree que la clave del entendimiento será “el aumento de los presupuestos comunitarios mediante la tasa a las transacciones financieras”. Según su análisis, si la tasa Tobin permite recaudar 50.000 millones el primer año, se pueden guardar 20.000 para reducir las aportaciones de los socios y dedicar 30.000 a recapitalizar el Banco Europeo de Inversiones, dándole una palanca inversora total de 300.000 millones.
Cohn-Bendit cree además que es necesario “evitar el golpe de Estado en Grecia”, y para ello propone modificar el acuerdo de rescate firmado de hace un año y aprobar un plan de ayuda social urgente. Su tercera vía hacia una solución francoalemana es que los Estados se empiecen a financiar más barato, y para ello, anticipa, Merkel y Hollande aprobarán la puesta en marcha “del fondo de amortización propuesto por un grupo de economistas alemanes, que es la única solución compatible con la ley constitucional alemana”.
En Francia hay dos líneas de pensamiento. Los optimistas piensan que Merkel no tendrá más remedio que sacar la chequera europea para sobrevivir, al menos hasta las próximas elecciones. Los pesimistas afirman que las malas previsiones de la Comisión, que el viernes rebajó las cifras de déficit y crecimiento que soportan el programa económico de Hollande para 2012 y 2013, limitan mucho el margen de maniobra del nuevo presidente. Esas voces subrayan que si los mercados atacaran a Francia, todas las promesas electorales de Hollande saltarán por los aires y su mandato será una cuesta abajo similar a la vivida por el Gobierno de Mariano Rajoy.
¿Y los mercados? Algunos inversores señalados confían en que Hollande será capaz de enderezar la nave. “Le toca a usted, señor presidente, convertir (esta situación crítica) en un nuevo principio para Europa”, escribía el jueves en el Financial Times Gérard Errera, ex embajador francés en Reino Unido y hoy asesor del potente fondo de capital privado Blackstone.
Según Errera, Merkel y Hollande “necesitan llegar a un acuerdo”, y lo habrá si encuentran el equilibrio entre dos elementos básicos: de una mano, una política europea proactiva que financie programas de innovación, infraestructuras y energía a través de los eurobonos; un mejor uso de los fondos estructurales y un papel más fuerte del Banco Europeo de Inversiones (todo lo que quiere Hollande). Del otro lado, advertía Errera, Francia “deberá aceptar una dosis de medidas liberales”, incluyendo “el recorte del gasto, la flexibilidad laboral y las reformas estructurales”.
Este es el gran problema de Hollande. Nadie de su partido durante la campaña electoral ha hablado de ese tipo de reformas, salvo él mismo, uno de los últimos días, cuando abrió la mano con la boca pequeña a descentralizar el Estado y acometer algún “ajuste” del mercado laboral.
Aliado con el Frente de Izquierda y los comunistas, y a un mes de que las legislativas confirmen o desmientan una mayoría parlamentaria que apoye sus decisiones, Hollande deberá tentarse la ropa en las promesas a Merkel, porque puede encontrarse con un motín en casa. Pero parece claro que Francia deberá poner encima de la mesa alguna contrapartida a las concesiones de una Merkel que, por lo que parece, cada vez lidera menos a esta Europa sin rumbo.
El entorno del presidente explica que este defenderá el prometido pacto de crecimiento ante Merkel con firmeza y “la cabeza alta” porque, subrayan, “cada vez es más evidente que es preciso reorientar la política europea y que hay que hacerlo deprisa”. De momento, Hollande y Merkel han acelerado sus planes, y el socialista visitará Berlín el mismo día de su investidura, el 15 de mayo, y no el 16 como estaba previsto. El presidente electo ha retrasado un día la formación de su Gobierno, y solo unos minutos después de conocer la clave secreta del botón nuclear viajará a Alemania, se reunirá con la canciller y ambos darán una conferencia de prensa, el martes a las 17.45.
Un portavoz de Merkel afirmó el viernes que se tratará solo de “una toma de contacto” y que no se tomarán decisiones importantes. Pero la canciller está cada vez más aislada y necesita como agua de mayo un acuerdo. Animados por el triunfo de la izquierda en Francia, y preocupados por el resultado en Grecia, los socialdemócratas alemanes han empezado a criticar la austeridad ciega y a apretar las tuercas al Gobierno conservador, y Merkel sabe que una pinza bilateral entre el SPD y el PS puede dejarle sin los votos necesarios para ratificar en el Parlamento el tratado presupuestario.
Algunas voces creen que Berlín y París están condenados a entenderse y que no tardarán un minuto en hacerlo. Por ejemplo Daniel Cohn-Bendit, el viejo Dany el Rojo, eurodiputado verde, federalista franco-alemán y aspirante a un ministerio en el Gobierno de Hollande, ha advertido que “si Merkel no se pone de acuerdo con Francia, no tendrá la ratificación de su pacto fiscal en casa”.
El líder ecologista cree que la clave del entendimiento será “el aumento de los presupuestos comunitarios mediante la tasa a las transacciones financieras”. Según su análisis, si la tasa Tobin permite recaudar 50.000 millones el primer año, se pueden guardar 20.000 para reducir las aportaciones de los socios y dedicar 30.000 a recapitalizar el Banco Europeo de Inversiones, dándole una palanca inversora total de 300.000 millones.
Cohn-Bendit cree además que es necesario “evitar el golpe de Estado en Grecia”, y para ello propone modificar el acuerdo de rescate firmado de hace un año y aprobar un plan de ayuda social urgente. Su tercera vía hacia una solución francoalemana es que los Estados se empiecen a financiar más barato, y para ello, anticipa, Merkel y Hollande aprobarán la puesta en marcha “del fondo de amortización propuesto por un grupo de economistas alemanes, que es la única solución compatible con la ley constitucional alemana”.
En Francia hay dos líneas de pensamiento. Los optimistas piensan que Merkel no tendrá más remedio que sacar la chequera europea para sobrevivir, al menos hasta las próximas elecciones. Los pesimistas afirman que las malas previsiones de la Comisión, que el viernes rebajó las cifras de déficit y crecimiento que soportan el programa económico de Hollande para 2012 y 2013, limitan mucho el margen de maniobra del nuevo presidente. Esas voces subrayan que si los mercados atacaran a Francia, todas las promesas electorales de Hollande saltarán por los aires y su mandato será una cuesta abajo similar a la vivida por el Gobierno de Mariano Rajoy.
¿Y los mercados? Algunos inversores señalados confían en que Hollande será capaz de enderezar la nave. “Le toca a usted, señor presidente, convertir (esta situación crítica) en un nuevo principio para Europa”, escribía el jueves en el Financial Times Gérard Errera, ex embajador francés en Reino Unido y hoy asesor del potente fondo de capital privado Blackstone.
Según Errera, Merkel y Hollande “necesitan llegar a un acuerdo”, y lo habrá si encuentran el equilibrio entre dos elementos básicos: de una mano, una política europea proactiva que financie programas de innovación, infraestructuras y energía a través de los eurobonos; un mejor uso de los fondos estructurales y un papel más fuerte del Banco Europeo de Inversiones (todo lo que quiere Hollande). Del otro lado, advertía Errera, Francia “deberá aceptar una dosis de medidas liberales”, incluyendo “el recorte del gasto, la flexibilidad laboral y las reformas estructurales”.
Este es el gran problema de Hollande. Nadie de su partido durante la campaña electoral ha hablado de ese tipo de reformas, salvo él mismo, uno de los últimos días, cuando abrió la mano con la boca pequeña a descentralizar el Estado y acometer algún “ajuste” del mercado laboral.
Aliado con el Frente de Izquierda y los comunistas, y a un mes de que las legislativas confirmen o desmientan una mayoría parlamentaria que apoye sus decisiones, Hollande deberá tentarse la ropa en las promesas a Merkel, porque puede encontrarse con un motín en casa. Pero parece claro que Francia deberá poner encima de la mesa alguna contrapartida a las concesiones de una Merkel que, por lo que parece, cada vez lidera menos a esta Europa sin rumbo.
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