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François Hollande anuncia el mayor ajuste en Francia en tres décadas
El presidente francés presenta medidas por un valor de 33.000 millones, revisa la previsión de crecimiento y confirma que impondrá la tasa del 75% a los más ricos
En horario de máxima audiencia, el presidente francés, François Hollande,
demostró este domingo en televisión que hay formas y formas de pilotar
las crisis y de aplicar la nueva religión europea del rigor y la
austeridad. El jefe del Estado francés recuperó la iniciativa política y
presentó un ajuste a dos años, “una agenda para recuperar el país, el
empleo, la competitividad y construir una sociedad más humana y
solidaria”. El recorte será de órdago: 33.000 millones solo en 2013, a
repartir en tercios iguales entre los hogares más ricos, las empresas y
todos los ministerios salvo Educación, Justicia y Seguridad. Hollande
reclamó a “los más ricos” que “demuestren su patriotismo”, confirmó que
aprobará la simbólica tasa del 75% para los ingresos superiores al millón de euros
limitada a dos años, y criticó a Bernard Arnault, el hombre más rico de
Francia, por pedir la nacionalidad belga “en un momento así”.
A los cuatro meses de llegar al poder, Hollande afronta una situación dura: la prensa ataca cada día, las encuestas son cada vez más negativas, el paro galopa, la economía se ha parado y la izquierda del Partido Socialista amenaza con no aprobar el tratado europeo. El presidente se declaró “en situación de combate”, pidió al país que se movilice y dejó alguna noticia inesperada, como la rebaja de la previsión de crecimiento para 2013: del 1,2% al 0,8%.
El presidente recordó a sus paisanos que la situación es “especialmente delicada”, y que es necesario controlar la deuda y el gasto y “encontrar” 33.000 millones para cuadrar las cuentas y reducir el déficit del año próximo hasta el 3%. El ajuste “más importante de las últimas tres décadas” se dividirá en tres partes iguales, explicó: una la sufragarán con subidas de impuestos “los ciudadanos más pudientes”, otra saldrá de “no aumentar un euro el gasto en ninguna partida salvo en Educación, Interior y Justicia”, y los restantes 10.000 u 11.000 millones los aportarán “las empresas, especialmente las grandes, que no reinviertan sus beneficios”.
“Los que más tienen tendrán que pagar más”, enfatizó el líder de los socialistas, que garantizó que los nuevos impuestos “no subirían de forma lineal e indiscriminada” y que los dos primeros tramos del IRPF (hasta 26.420 euros anuales) estarán exentos de las subidas. El Gobierno, confirmó Hollande, aprobará la célebre tasa del 75% para las rentas superiores al millón de euros anuales, “sin excepciones pero de forma temporal hasta que la economía mejore”, probablemente en dos años.
“Tenemos por delante una gran batalla contra el paro y otra batalla contra la deuda”, dijo Hollande durante una entrevista con la periodista Claire Chazal. “Igual que en Europa, necesitamos disciplina y crecimiento”, añadió, reiterando que el Gobierno creará 100.000 empleos de futuro a finales de este año, y prometiendo cambios en el mercado laboral y la financiación de la protección de desempleo.
El presidente dijo entender que los franceses “estén inquietos y se hagan preguntas”, porque el paro ha alcanzado los tres millones de personas (solo en territorio continental), y el crecimiento de este año será cercano a cero. “Mi misión es recuperar a este país. Pido dos años para arreglar la competitividad, el empleo y las cuentas públicas. Aceleraremos las reformas, pero yo no puedo hacer en cuatro meses lo que mi predecesor no hizo en cinco años”, afirmó.
Tras estos meses de toma de contacto y evaluación de la situación, Hollande necesitaba explicar cómo piensa cumplir el compromiso de déficit manteniendo los principios de equidad y justicia. El 59% de los votantes están descontentos con su tarea, según afirman las encuestas, y “los franceses quieren saber ya en qué salsa van a ser comidos”, según afirmó un analista en Reuters utilizando una expresión muy local.
Hollande recordó a una opinión pública asustada y quejosa —según dijo el sábado en Le Monde la gente está todavía bajo el síndrome del sarkozysmo, “malacostumbrada a la hiperactividad y los spots personales”— que no todo son malas noticias, que el Gobierno ha cumplido algunas de las 60 promesas anunciadas, como el regreso de la jubilación a los 60 años, las ayudas para la vuelta al colegio, o la contención de los alquileres y del precio de la gasolina.
En esto, los franceses parecen dar la razón al presidente, porque el 58% piensa que está cumpliendo lo que dijo en campaña. Son cuatro puntos más de los que obtenía Sarkozy a la misma altura de mandato, en 2007, y diez puntos más que Jacques Chirac en 2002. Mientras, un 38% considera que el Gobierno actual lo hará peor que el anterior, pero la cifra es impactante dada la gran impopularidad que sufrió Sarkozy.
Hollande también requería, de forma urgente, dar sensación de carácter, hacer ver que no le asusta la vorágine de esta “crisis de excepcional gravedad”. Para ello deberá sobre todo convencer a unos medios de comunicación —especialmente de la derecha, pero no solo— que han empezado el curso lanzando un aluvión de críticas y aventando sospechas sobre la capacidad del presidente socialista para manejar la economía.
Un aliado inesperado, el centrista François Bayrou, afirmó al Journal du Dimanche que “es el momento de que el presidente electo pase a la acción”, aunque ya es un mérito haber creado un clima “menos violento, menos tenso, menos crispado, lo cual es muy necesario en un país en crisis”. Bayrou saludó también el “juego europeo-europeo” de Hollande, que, dijo, “ha ayudado a reintroducir a Italia y, en menor medida, a España en las negociaciones”.
Como no todo es economía, aunque a veces lo parezca, en la entrevista Hollande habló también de los gitanos, que a pesar del cambio político han protagonizado un verano más la polémica política de expulsiones que sigue Francia. El presidente defendió la actuación del ministro del Interior, Manuel Valls, afirmó que tratará el asunto “con dignidad y justicia” y apeló a Rumanía y Bulgaria a “resolver el problema desde el origen, porque no es aceptable que estas comunidades sean expulsadas de sus países y vengan aquí sin poder trabajar”.
Durante la entrevista Hollande criticó a Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia, por pedir la nacionalidad belga: “Debería haber medido mejor su decisión porque muchos pensarán que abandona a Francia”.
A los cuatro meses de llegar al poder, Hollande afronta una situación dura: la prensa ataca cada día, las encuestas son cada vez más negativas, el paro galopa, la economía se ha parado y la izquierda del Partido Socialista amenaza con no aprobar el tratado europeo. El presidente se declaró “en situación de combate”, pidió al país que se movilice y dejó alguna noticia inesperada, como la rebaja de la previsión de crecimiento para 2013: del 1,2% al 0,8%.
El presidente recordó a sus paisanos que la situación es “especialmente delicada”, y que es necesario controlar la deuda y el gasto y “encontrar” 33.000 millones para cuadrar las cuentas y reducir el déficit del año próximo hasta el 3%. El ajuste “más importante de las últimas tres décadas” se dividirá en tres partes iguales, explicó: una la sufragarán con subidas de impuestos “los ciudadanos más pudientes”, otra saldrá de “no aumentar un euro el gasto en ninguna partida salvo en Educación, Interior y Justicia”, y los restantes 10.000 u 11.000 millones los aportarán “las empresas, especialmente las grandes, que no reinviertan sus beneficios”.
“Los que más tienen tendrán que pagar más”, enfatizó el líder de los socialistas, que garantizó que los nuevos impuestos “no subirían de forma lineal e indiscriminada” y que los dos primeros tramos del IRPF (hasta 26.420 euros anuales) estarán exentos de las subidas. El Gobierno, confirmó Hollande, aprobará la célebre tasa del 75% para las rentas superiores al millón de euros anuales, “sin excepciones pero de forma temporal hasta que la economía mejore”, probablemente en dos años.
“Tenemos por delante una gran batalla contra el paro y otra batalla contra la deuda”, dijo Hollande durante una entrevista con la periodista Claire Chazal. “Igual que en Europa, necesitamos disciplina y crecimiento”, añadió, reiterando que el Gobierno creará 100.000 empleos de futuro a finales de este año, y prometiendo cambios en el mercado laboral y la financiación de la protección de desempleo.
El presidente dijo entender que los franceses “estén inquietos y se hagan preguntas”, porque el paro ha alcanzado los tres millones de personas (solo en territorio continental), y el crecimiento de este año será cercano a cero. “Mi misión es recuperar a este país. Pido dos años para arreglar la competitividad, el empleo y las cuentas públicas. Aceleraremos las reformas, pero yo no puedo hacer en cuatro meses lo que mi predecesor no hizo en cinco años”, afirmó.
Tras estos meses de toma de contacto y evaluación de la situación, Hollande necesitaba explicar cómo piensa cumplir el compromiso de déficit manteniendo los principios de equidad y justicia. El 59% de los votantes están descontentos con su tarea, según afirman las encuestas, y “los franceses quieren saber ya en qué salsa van a ser comidos”, según afirmó un analista en Reuters utilizando una expresión muy local.
Hollande recordó a una opinión pública asustada y quejosa —según dijo el sábado en Le Monde la gente está todavía bajo el síndrome del sarkozysmo, “malacostumbrada a la hiperactividad y los spots personales”— que no todo son malas noticias, que el Gobierno ha cumplido algunas de las 60 promesas anunciadas, como el regreso de la jubilación a los 60 años, las ayudas para la vuelta al colegio, o la contención de los alquileres y del precio de la gasolina.
En esto, los franceses parecen dar la razón al presidente, porque el 58% piensa que está cumpliendo lo que dijo en campaña. Son cuatro puntos más de los que obtenía Sarkozy a la misma altura de mandato, en 2007, y diez puntos más que Jacques Chirac en 2002. Mientras, un 38% considera que el Gobierno actual lo hará peor que el anterior, pero la cifra es impactante dada la gran impopularidad que sufrió Sarkozy.
Hollande también requería, de forma urgente, dar sensación de carácter, hacer ver que no le asusta la vorágine de esta “crisis de excepcional gravedad”. Para ello deberá sobre todo convencer a unos medios de comunicación —especialmente de la derecha, pero no solo— que han empezado el curso lanzando un aluvión de críticas y aventando sospechas sobre la capacidad del presidente socialista para manejar la economía.
Un aliado inesperado, el centrista François Bayrou, afirmó al Journal du Dimanche que “es el momento de que el presidente electo pase a la acción”, aunque ya es un mérito haber creado un clima “menos violento, menos tenso, menos crispado, lo cual es muy necesario en un país en crisis”. Bayrou saludó también el “juego europeo-europeo” de Hollande, que, dijo, “ha ayudado a reintroducir a Italia y, en menor medida, a España en las negociaciones”.
Como no todo es economía, aunque a veces lo parezca, en la entrevista Hollande habló también de los gitanos, que a pesar del cambio político han protagonizado un verano más la polémica política de expulsiones que sigue Francia. El presidente defendió la actuación del ministro del Interior, Manuel Valls, afirmó que tratará el asunto “con dignidad y justicia” y apeló a Rumanía y Bulgaria a “resolver el problema desde el origen, porque no es aceptable que estas comunidades sean expulsadas de sus países y vengan aquí sin poder trabajar”.
Durante la entrevista Hollande criticó a Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia, por pedir la nacionalidad belga: “Debería haber medido mejor su decisión porque muchos pensarán que abandona a Francia”.
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