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Portugal se debate entre la presión de la calle y la de la troika
El primer ministro portugués prepara los difíciles presupuestos de 2013
Por un lado presiona la troika con la calculadora y el calendario: el
próximo 8 de octubre, por ejemplo, se celebra una decisiva reunión del
Eurogrupo que examinará las cuentas públicas portuguesas. Por otro
presiona la calle: el sábado que viene una de las principales centrales
sindicales lusas, la CGTP, ha convocado una manifestación en Lisboa para
quejarse, nuevamente, de los recortes. En medio, el Gobierno del
conservador Pedro Passos Coelho, aprisionado entre las dos partes,
avanza por la cuerda floja con posturas de funambulista, hace cálculos,
trata de cuadrar cuentas imposibles y prepara el que, sin duda, será el
presupuesto más difícil de la moderna historia de Portugal, el del año
2013.
El lunes pasado, tras una reunión con sindicatos y empresarios, Passos Coelho anunció que retiraba la polémica y contestada medida de rebajar de forma general los salarios. Pero prometió medidas alternativas. Este miércoles, el primer ministro se reunió con sus ministros en un consejo extraordinario para discutirlas y prepararlas. Fueron siete horas de deliberaciones ininterrumpidas de las que transcendió poco. Serán necesarias nuevas reuniones para perfilar por entero el alcance y la naturaleza de los nuevos ajustes. El primer ministro ya adelantó que se subirán los impuestos, en especial el de la Renta, y que se tasarán más el Impuesto del Patrimonio y el de la Transacciones Financieras. Pero no precisó nada más, siendo deliberadamente ambiguo.
Mientras, la troika observa. Miguel Frasquilho, economista y diputado del partido del Gobierno (PSD) recalcó hace días a este periódico que Passos Coelho “carece de mucho margen de maniobra”. En noviembre volverán a Lisboa los representantes del BCE, el FMI y la UE (la troika) para dar el visto bueno a la sexta parte de los 78.000 millones de euros que Portugal pidió para evitar la bancarrota hace un año y medio. En la hasta ahora última visita, a principios de septiembre, estos mismos representantes, viendo los problemas presupuestarios del país —y los esfuerzos llevados a cabo—, otorgó un año más para llegar al 4,5% de déficit. Ya no se llegará a esta cifra en 2012. Se hará en 2013. Pero para llegar ahí en ese tiempo, será preciso ahorrar más de 4.500 millones de euros. Una suma ingente, equivalente, más o menos, a un 25% de la masa salarial de todos los funcionarios portugueses. Y se deberá hacer en una coyuntura económica deprimida. La agencia Ficht, que confina los bonos lusos al nivel de bono basura, aseguró ayer que la recesión en Portugal roza ya el 3,5% y el año que viene, como poco, será del 1,5%, unas previsiones peores que las del Gobierno. Y añade que el programa portugués de ajustes tendrá éxito sólo si “se mantiene el compromiso político”.
El economista João Abel de Freitas asegura que hay otras maneras de escapar del laberinto de la austeridad: “Los intereses anuales que paga Portugal por su deuda pública llegan casi a los 9.000 millones de euros. Es una barbaridad. Es casi la mitad de lo que cuesta pagar a los funcionarios. El Gobierno debería negociar esos intereses. Pero está convencido de que es mejor mantener su buena imagen exterior”.
Desde que se instauró en el poder, en julio de 2011, Passos Coelho se la ha jugado a una carta: cumplir escrupulosamente los dictados de la troika y desempeñar ese papel de buen alumno que a ojos de Europa (de Alemania) debería servirle a la vez de aval y salvavidas. Su obsesión ha sido la de separar el destino de Portugal del caos griego. Pero la multitudinaria manifestación del pasado 15 de septiembre, en la que, según varios medios portugueses, salieron a la calle un millón de personas cambió el guion. Es cierto que no se han producido incidentes violentos como en Atenas o como en Madrid. Pero nadie podía imaginarse un nivel de indignación tan alto, especialmente en muchas personas que jamás habían ido a manifestaciones, muchos votantes de Passos Coelho.
El sábado se verá si la protesta callejera remite o no. La central sindical CGPT, cercana al Partido Comunista Portugués, ha emplazado a los portugueses a reunirse en la vieja Praça do Comércio, en el corazón de Lisboa. La difusa y apolítica red de organizaciones civiles que organizó la ya histórica manifestación del 15 de septiembre pasado ya ha anunciado que participará. También hay militares que, disgustados con las políticas de austeridad, han anunciado que irán. Y policías de paisano que también estarán presentes. Arménio Castro, secretario general de la CGTP aseguró ayer que, según sus cálculos, la concentración será una de las “más numerosas de la historia de Portugal”.
El lunes pasado, tras una reunión con sindicatos y empresarios, Passos Coelho anunció que retiraba la polémica y contestada medida de rebajar de forma general los salarios. Pero prometió medidas alternativas. Este miércoles, el primer ministro se reunió con sus ministros en un consejo extraordinario para discutirlas y prepararlas. Fueron siete horas de deliberaciones ininterrumpidas de las que transcendió poco. Serán necesarias nuevas reuniones para perfilar por entero el alcance y la naturaleza de los nuevos ajustes. El primer ministro ya adelantó que se subirán los impuestos, en especial el de la Renta, y que se tasarán más el Impuesto del Patrimonio y el de la Transacciones Financieras. Pero no precisó nada más, siendo deliberadamente ambiguo.
Mientras, la troika observa. Miguel Frasquilho, economista y diputado del partido del Gobierno (PSD) recalcó hace días a este periódico que Passos Coelho “carece de mucho margen de maniobra”. En noviembre volverán a Lisboa los representantes del BCE, el FMI y la UE (la troika) para dar el visto bueno a la sexta parte de los 78.000 millones de euros que Portugal pidió para evitar la bancarrota hace un año y medio. En la hasta ahora última visita, a principios de septiembre, estos mismos representantes, viendo los problemas presupuestarios del país —y los esfuerzos llevados a cabo—, otorgó un año más para llegar al 4,5% de déficit. Ya no se llegará a esta cifra en 2012. Se hará en 2013. Pero para llegar ahí en ese tiempo, será preciso ahorrar más de 4.500 millones de euros. Una suma ingente, equivalente, más o menos, a un 25% de la masa salarial de todos los funcionarios portugueses. Y se deberá hacer en una coyuntura económica deprimida. La agencia Ficht, que confina los bonos lusos al nivel de bono basura, aseguró ayer que la recesión en Portugal roza ya el 3,5% y el año que viene, como poco, será del 1,5%, unas previsiones peores que las del Gobierno. Y añade que el programa portugués de ajustes tendrá éxito sólo si “se mantiene el compromiso político”.
El economista João Abel de Freitas asegura que hay otras maneras de escapar del laberinto de la austeridad: “Los intereses anuales que paga Portugal por su deuda pública llegan casi a los 9.000 millones de euros. Es una barbaridad. Es casi la mitad de lo que cuesta pagar a los funcionarios. El Gobierno debería negociar esos intereses. Pero está convencido de que es mejor mantener su buena imagen exterior”.
Desde que se instauró en el poder, en julio de 2011, Passos Coelho se la ha jugado a una carta: cumplir escrupulosamente los dictados de la troika y desempeñar ese papel de buen alumno que a ojos de Europa (de Alemania) debería servirle a la vez de aval y salvavidas. Su obsesión ha sido la de separar el destino de Portugal del caos griego. Pero la multitudinaria manifestación del pasado 15 de septiembre, en la que, según varios medios portugueses, salieron a la calle un millón de personas cambió el guion. Es cierto que no se han producido incidentes violentos como en Atenas o como en Madrid. Pero nadie podía imaginarse un nivel de indignación tan alto, especialmente en muchas personas que jamás habían ido a manifestaciones, muchos votantes de Passos Coelho.
El sábado se verá si la protesta callejera remite o no. La central sindical CGPT, cercana al Partido Comunista Portugués, ha emplazado a los portugueses a reunirse en la vieja Praça do Comércio, en el corazón de Lisboa. La difusa y apolítica red de organizaciones civiles que organizó la ya histórica manifestación del 15 de septiembre pasado ya ha anunciado que participará. También hay militares que, disgustados con las políticas de austeridad, han anunciado que irán. Y policías de paisano que también estarán presentes. Arménio Castro, secretario general de la CGTP aseguró ayer que, según sus cálculos, la concentración será una de las “más numerosas de la historia de Portugal”.
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